Wednesday, May 11, 2005

 

BUENAS TARDES DOCTOR

En la época en que me gradué no era tan sencillo pretender alcanzar además el doctorado en psicología. Y no porque no quisiera o no debiera. Cualquiera sabe que ningún psicólogo se recibe cuando se recibe sino "algún día", en medio de congresos, simposios, reuniones especiales, seminarios y juntas. Se estudia siempre. La diferencia para un doctorado sería una tesis realizada ortodoxamente y mostrando todo lo que uno sabe y el nuevo enfoque que pudiera encontrar. Pero ni siquiera maestrías existían por entonces, y bueno... uno no es "doctor". Ese detalle que a uno parece escapársele, no a todos le pasa.
A mediados de los setenta recibí, derivado, a Juan Carlos, con una recomendación especial. Me lo mandaba mi colega Pedro, que realmente no tenía ni tiempo ni ganas. Pero cuánto le hubiera gustado atenderlo, de haber sabido quién era...
Cuando abrí la puerta me encontré de frente con la portada de todos los diarios. Así que procedí a quedarme con la boca abierta.
- ¿Puedo pasar? -dijo el hombre después de saludarme y notar que mi sorpresa se mezclaba con el susto.
Entró, se sentó frente a mi escritorio y siguió.
- Si es por el tema seguridad, no tenga ningún miedo. Como sabrá, hay alrededor nuestro un enorme dispositivo de seguridad.
- Es lo que me intranquiliza, precisamente -tratando de ser gracioso, en la linea de lo que había visto siempre que hacían en el escenario Les Luthiers, que seguro que antes lo habían visto ellos hacerlo a los Hermanos Marx.
Ahora empezaba a sospechar que en realidad Pedro sabía de quién se trataba, y por qué me había derivado tan fácilmente. Ser el psicoanalista de uno de los funcionarios más cuestionados, combatidos e impopulares del gobierno iría a ser una situación sencilla.
- Doctor: yo vengo aquí porque debo encontrar una serie de soluciones de las cuales ni sospecho cómo resolver -dicho lo cual, se echó a llorar.
Siempre me fue muy fácil seguir el diálogo de una mujer que llora. Es que todas las mujeres lloran en el psicoanalista, con la misma naturalidad que se sacan la bombacha en el consultorio del ginecólogo, por lo cual un analista está muy acostumbrada al permanente chubasco que lo acompaña. Pero hablar con un viejardo llorando, y que encima es lo que es, es como difícil de soportar.
Hay que entender que yo estaba todavía impactado con el hecho de que nunca había hablado con un funcionario de ese rango, y me viene a pasar justo como paciente.
Así que intenté primero poner orden.
- Creo que debo aclararle, ante todo, que no es necesario que me diga doctor...
- Pero... ¿usted no es doctor? -dijo, alarmado y casi enfurecido.
- Soy psicólogo.
- ¿Y?
- Bueno... no soy doctor...
- Yo tampoco soy doctor, soy contador, pero ¡guay el que no me diga doctor!
Me dejó sin muchos argumentos, porque yo intentaba enmarcar un poquito el nivel de realidad para arrancar bien. Él me estaba ganando el primer round, que parecía haber ganado yo ante su llanto.
- ¿A usted le va a molestar que yo le siga diciendo Doctor? -señaló.
- No, ya que seremos dos no-doctores tratándose de doctores, no...
Me miró para saber si reirse o no, así que se rió. Con lo cual tuve a nuestro Señor (Doctor) en mi consultorio llorando y riendo en el breve lapso de cinco minutos.
- Bien, doctor: lo escucho:
- Me trae por aquí un asunto que yo considero importante. Es probable que sea una boludez, pero para mí es muy grave. Me ha perseguido durante años, pero desde que me han designado ministro la cosa se agravó: sólo pienso en ello.
Su excelencia volvió a comenzar a llorar, y no pudo detener el llanto durante un largo lapso.
- Pasa que mi señora es estéril -dijo- ¿usted está seguro de que no está grabando esto, no?
- Yo le aseguro que ni grabo ni nadie graba. Si además, su custodia ha tomado medidas para que nadie pueda acercarse... bueno... estaremos bastante seguros.
- Sí. Decía que no pudimos tener hijos con mi mujer. Mejor dicho: ella no pudo tener hijos.
- Eso quiere decir que usted sí.
- ¿Cómo adivinó?
- No adivino, por eso le pregunto.
- Bueno, pasaba el tiempo y yo me empecé a preguntar si realmente no iba a tener hijos nunca. Así que consultamos a un médico y nos confirmó que ella tenía una seria obstrucción en las trompas que le impedían para siempre ser madre.
-¿Y?
- Lloramos mucho. Pero para ese entonces yo ya estaba en una muy buena posición económica, así que nos tomamos un año sabático y nos fuimos a recorrer la parte del mundo que no conocíamos: Oriente, Rusia, Suecia y Australia. ¿Usted piensa que hicimos mal?
- No es mi papel juzgar. Entienda que yo intento que me cuente cuál es el nudo principal que lo trae aquí. Y creo que si lo dejo me va a contar todos sus viajes por el mundo. Yo pienso que tiene algo que ver con el tema de sus hijos.
- ¡Ah! Usted ya sabe algo de mis hijos...
- Usted me lo dijo, al precisarme que su mujer no tenía hijos pero usted sí.
- ¿Yo le dije eso? ¿Es que usted me hipnotizó?
- Le ruego que se calme...

Claro, se calmó y pudo contarme. Este hombre, que no pudo tener hijos con su mujer, intentó tener hijos con el resto de las mujeres. Y como todo el mundo sabe, esto funciona bien. Lo que él nunca sospechó era que en unos años más el sería uno de los hombres más famosos del país. Para entonces había "repartido suficientemente su simiente" como para que ningún abogado quisiera saber nada de su caso.
El Dr. X -llamémosle así- y más por doctor que por X, decidió que si su mujer no tenía hijos, alguien debería tenérselos. Y, textualmente, se dedicó al tema.
- Perdóneme: ¿me puede decir cuántos hijos tiene?
- No se -dijo X, como no siendo un tema con demasiado trascendencia.
- ¿Más de uno?
- Oh, claro... hasta donde conté llevaba nueve. Pero es posible que sean algunos más.
Me imaginaba a los periodistas chimenteros. A Crónica, tratando de verificar por distintas fuentes su titular de mañana "DR. X TUVO UNA DOCENA DE HIJOS EXTRAMATRIMONIALES ANTES DE SER MINISTRO". Y nuestro gobierno quedándose sin una parte importante de la negociación con el FMI, en medio de una inflación horrible y a horas de una nueva devaluación del peso.

- ¿Su señora lo sabe?
X me miró como taladrándome, o tal vez preguntándome cuán pelotudo podrá ser su analista.
- Mi señora no sólo no lo sabe, yo aspiro a que no lo sepa nunca. No me lo perdonaría. Yo trato de asistir a esos chicos como puedo, pero a veces pienso que he sido un poco ansioso en mi vida y se me fue la mano.
- ¿Reconoció a esos chicos?
- Nunca.
- ¿Qué edad tienen?
- El mayor tiene 42 años.

Hasta aquí quiso llegar mi relato. Porque esto es todo lo que tiene de particular. Ahora voy a trazar una síntesis personal, que es lo que me parece más interesante.
El Dr. X, descendiente de una familia europea muy prolija, austera y buena ciudadana había cumplido con brillo todos los cánones éticos, morales y religiosos con ímpetu probo. Se había jactado y había lucido todos sus cumplimientos frente a su familia, la sociedad, las instituciones y la religión. Pero no soportó, sencillamente, que "en pago" de tanta entrega se le negara la dicha de ser padre. Y, por su adscripción a tanta ley apretando debía resignarse y morir sin hijos. Esto lo soportó uno o dos años, hasta que en su soledad pergeñó ofrecerle embarazo a su mucama. Y el éxito de la misión lo animó a seguir ofreciéndolo: a su cuñada, a su secretaria, a una empleada de sus socios... y así fue como comenzó a abandonar su fervor por la adsscripción a las leyes y empezó una segunda vida en la que se dio cuenta que no sólo era mentira que no podía ser padre, sino que la única verdad era su posibilidad de ser un padrillo "siempre listo" y con gran éxito.
El llevar una doble vida es bastante sencillo, pensaba X. Lo que sí debe ser difícil es una triple o cuádruple vida. Y en su caso, la transgresión se limitaba a aflojar su cinturón, bajar sus calzoncillos y eyacular asegurándose de que los espermatozoides siguieran el recorrido clásico. Luego debía volver a casa y seguir su vida normal, que solía incluir -para su beneplácito- nuevas eyaculaciones, aunque estas veces debiera serlo en seno infértil.
El tiempo pasó rápido, la gente cambia, los contextos se modifican. Y a X, un día, le ofrecieron aquel cargo tan importante.
Su amigo Ortiz le ofreció que opinara un abogado. Su hermana le recomendó a una astróloga. Su médico lo derivó a mi colega, quien según jura a lo largo de los años, sin saber de quién se trataba me lo derivó a mí.

Comments:
por curiosidad, si como lei estos relatos son reales, no existe la ligera posibilidad de q alguien se entere de la identidad de sus pacientes, la cual en teoria es secreta??.
Con esto no digo q deje de escribir, es mas me gusta bastante leer sus textos

atte
coso azul

PD: si quiere comentatios externos desabilite la opcion "Este blog no permite comentarios anónimos"
 
Post a Comment

<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?